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Los sarcomas de tejidos blandos son tumores que se originan a partir de células de los tejidos conectivos, como el músculo, la grasa y los nervios. Según los últimos datos de GLOBOCAN, en 2021 se reportaron aproximadamente 90,000 casos. Aunque no son tumores muy frecuentes, el problema radica en que suelen diagnosticarse en personas relativamente jóvenes, generalmente entre la cuarta y quinta década de la vida.
Clínicamente, suelen presentarse como masas de crecimiento progresivo, habitualmente indoloras. Las localizaciones más comunes incluyen las extremidades inferiores (cadera, muslo y piernas) y la región del retroperitoneo (detrás de los intestinos y los riñones). Son menos frecuentes en tórax, extremidades superiores, cuello y cabeza. Entre los factores de riesgo se encuentran la exposición a radiación, a químicos como el cloruro de vinilo, arsénico, herbicidas, y a medios de contraste a base de dióxido de torio. También existen síndromes genéticos predisponentes como el síndrome de Gardner, el síndrome de Li-Fraumeni, el retinoblastoma y la neurofibromatosis tipo 1.
El manejo inicial debe incluir estudios de imagen como tomografía y resonancia magnética con medio de contraste, así como valoración por un cirujano oncólogo. Se debe realizar una resección total del tumor, o en caso de no ser resecable, se debe tomar una biopsia. Posteriormente, se evalúa el tipo de tumor, su grado (bajo o alto, lo cual indica su agresividad), su tamaño y si existen bordes quirúrgicos positivos. Los tumores de alto grado, mayores a 5 cm o con bordes positivos tienen un mayor riesgo de recurrencia local.
En estos casos, se recomienda tratamiento con radioterapia en el sitio donde se encontraba el tumor, indicado por un radio oncólogo. Esta se aplica generalmente en dos fases: una primera que abarca un margen de 4.5 cm a lo largo de las fibras musculares y 1.5 cm en sentido horizontal, y una segunda enfocada en el lecho tumoral. La radioterapia busca esterilizar cualquier residuo microscópico del tumor, mejorando el control local y reduciendo el riesgo de recurrencia.
En tumores más agresivos, avanzados, con metástasis o invasión ganglionar, puede ser necesaria la quimioterapia, la cual ofrece un incremento en la supervivencia. Si notas la aparición de una masa que crece progresivamente, no lo dejes pasar: acude con un especialista en oncología.
Osteosarcoma y tumores óseos
Los tumores óseos, como el osteosarcoma, se originan en el hueso y suelen presentarse en los extremos de la vida: en la infancia o en adultos mayores. El osteosarcoma es uno de los tumores primarios más comunes del hueso. Otros tipos incluyen los cordomas y los condrosarcomas. Son más frecuentes en varones y en personas de ascendencia africana.
Los osteosarcomas afectan principalmente el esqueleto de las extremidades (fémur, tibia y húmero), mientras que los condrosarcomas suelen aparecer en el esqueleto axial (columna vertebral, base del cráneo y sacro), aunque también pueden encontrarse en el fémur proximal, pelvis y húmero proximal. Por su parte, los cordomas son tumores raros, de crecimiento lento y localmente agresivos, ubicados comúnmente en el sacro, cóccix, base del cráneo y columna vertebral.
Estos tumores suelen producir dolor progresivo, que puede pasar desapercibido o ser malinterpretado, especialmente cuando los pacientes se automedican o consultan a médicos sin experiencia en tumores óseos. El osteosarcoma puede sospecharse mediante una radiografía simple, y para su estadificación se requieren estudios como tomografía con reconstrucción o resonancia magnética para evaluar la extensión a tejidos blandos. Cuando los cordomas o condrosarcomas se localizan en la base del cráneo o sacro, pueden causar déficits neurológicos por afectación de los nervios.
En el caso del osteosarcoma, si se diagnostica en etapas tempranas suele estar localizado. Sin embargo, cuando se permite que avance, puede hacer metástasis, siendo el pulmón el sitio más frecuente. El tratamiento estándar varía según la etapa clínica, e incluye quimioterapia neoadyuvante, cirugía y quimioterapia adyuvante. Si existen bordes positivos o lesiones inoperables, puede ofrecerse radioterapia al lecho quirúrgico, al hueso o como tratamiento paliativo.
Para cordomas y condrosarcomas, el tratamiento ideal es la resección quirúrgica máxima, siempre que no comprometa la movilidad del paciente, especialmente si hay afectación neurológica. También puede indicarse radioterapia adyuvante en presencia de bordes positivos. En pacientes con dolor severo o pronóstico limitado, se puede administrar radioterapia paliativa.
Incluso en presencia de metástasis pulmonares, es posible considerar la resección de estas lesiones o el uso de radiocirugía estereotáctica corporal (SBRT), lo que puede mejorar el control de la enfermedad. También puede utilizarse radioterapia paliativa para aliviar el dolor en pacientes con mal estado general.
Recuerda: no es normal tener dolor persistente en los huesos. Si presentas dolor óseo, acude con un especialista en oncología para una evaluación oportuna.