Una de las tendencias más importantes es la oncología de precisión, que busca adaptar el tratamiento a las características moleculares individuales de cada tumor. Fármacos dirigidos contra mutaciones específicas —como los inhibidores de EGFR (osimertinib), ALK (alectinib) o BRAF (dabrafenib)— han transformado el pronóstico de varios tipos de cáncer, especialmente en pulmón, melanoma y tiroides. Asimismo, los inhibidores de PARP (como olaparib y talazoparib) han demostrado eficacia en tumores con defectos en la reparación del ADN, como los asociados a mutaciones BRCA.

Otra revolución terapéutica ha sido la inmunoterapia, que busca activar el propio sistema inmunológico del paciente para combatir las células tumorales. Los inhibidores de puntos de control inmunitario (anti-PD-1, anti-PD-L1, anti-CTLA-4) —por ejemplo, pembrolizumab, durvalumab e ipilimumab— han logrado respuestas duraderas en cánceres previamente considerados incurables, como el melanoma metastásico o el cáncer de pulmón de células no pequeñas. También están surgiendo nuevas estrategias como las terapias con células CAR-T, dirigidas contra antígenos tumorales específicos, que han mostrado resultados notables en leucemias y linfomas refractarios.

También tenemos una nueva generación de fármacos con mecanismos innovadores, como los anticuerpos conjugados (ADC) —por ejemplo, trastuzumab deruxtecán (Enhertu) o sacituzumab govitecán (Trodelvy)—, que combinan la especificidad de un anticuerpo monoclonal con la potencia de un agente citotóxico. De igual manera, los inhibidores de KRAS G12C (sotorasib, adagrasib) representan un avance histórico en el tratamiento de mutaciones previamente consideradas “no tratables”.

Finalmente, la integración de tecnologías emergentes como la inteligencia artificial, la genómica de nueva generación y la medicina basada en datos está permitiendo una mejor estratificación de pacientes, predicción de respuesta terapéutica y desarrollo acelerado de nuevos agentes. Estas tendencias apuntan hacia un futuro en el que el cáncer sea tratado como un conjunto de enfermedades moleculares, con terapias cada vez más efectivas, específicas y menos tóxicas.